El homicida del joven Nicolás Pescara no manifestó arrepentimiento por lo que hizo pero lloró cuando contó que había matado un ciervo: “le brillaban los ojitos”, dijo sobre el animal. Además, se quebró al relatar los hechos de ese día y cuando señaló que estaba cansado de que le robaran bebidas de su comercio.
Leonardo Toffoni usó su derecho a declarar para justificar la forma en que mató de un balazo en el pecho a Nicolás Pescara, el pibe que ingresó junto a un amigo a una despensa cerrada, deshabitada y 30 metros distante de su casa, en ocasión de robo el 4 de mayo de 2014.
En su declaración testimonial indicó que “sentí un estruendo, intenté mirar por la ventana pero no lo pude hacer porque hay una planta y los postigos abren hacia afuera”. Se fue a otro ambiente de la casa desde donde percibió “luces de linterna dentro de la despensa. Ahí regresé a la pieza, me cambié y tomé el arma que nunca había usado y que llevaba 10 años en la mesa de luz. Estaba ahí porque la casa es de mi suegro y el arma era de él porque trabajó de guardiacarcel. Antes de salir le dije a mi señora que llame a la policía”.
Según su relato, cruzó la calle Libertad y la Tomás Mason hasta llegar a la puerta. “Me paré en el umbral de una de las dos hojas y les grité que se tiraran al suelo porque ya venía la policía. Automáticamente Caramona se tiró boca abajo y puso sus manos detrás de la nuca. El otro pibe comenzó a acercarse hasta que sentí un ardor muy fuerte en mi brazo izquierdo. Por reflejo me lo tomé con la otra mano, la que tenía el arma, y ahí sentí el disparo. Hasta ese momento no sabía si el disparo era de mi arma o de la policía porque a los segundos había un agente al lado mío”.
Según el despensero, homicida confeso, “no sabía lo que había pasado hasta que escucho al policía decir: ‘acá hay uno reducido y uno muerto’ Después no sé nada más porque otro policía pidió que me llevaran al hospital porque perdía mucha sangre”.
El despensero también dijo que tomó el arma para “detenerlos hasta que venga la policía” y evitar que se escaparan.
Los abogados que lo representan, Vanesa Ranocchia y Marcos Paz, pidieron que no se le achaque delito alguno por considerar que el hombre actuó en legítima defensa, mientras que la fiscalía, representada por Máximo Paulucci, lo calificó como un homicidio producido “en exceso de la legítima defensa” y la querella, a cargo de Sebastián Pais Rojo y Carina Salvay, anunciaron que su propósito es probar que se trató de “un liso y llano homicidio” sin atenuantes porque “para nosotros el acusado no actuó en defensa ya que el hecho se producía en un inmueble alejado y no representaba peligro para persona alguna”.
Sorpresas. Fue el fiscal el que le pidió que mostrara las marcas de la lesión que recibió en ese momento y logró que Toffoni encontrara un aliado impensado. Se paró, se dirigió al Tribunal y exhibió su muñeca. El hecho le sirvió para apoyar su defensa. Ranocchia y Paz no lo podrían haber imaginado mejor: el acusador permitiendo una prueba sustancial para su estrategia.
También lloró cuando sus defensores le pidieron que precisara la cantidad de veces que le habían robado. No lo pudo contar, lo ganaron las lágrimas. Más de un minuto después esbozó que “se llevaban bebidas, vinos caros, champagne, fernet” y siguió emocionado.
Otro punto llamativo se produjo cuando Sebastián Pais Rojo lo interrogó sobre los por qué de la presencia del arma en la mesa de luz. Allí, Toffoni insistió en que no sabía cuanto tiempo llevaba porque “está ahí desde que nos mudamos. Hace como 10 años y nunca la usé”.
Sin embargo, cuando se le preguntó si había usado otra arma en otro momento, el acusado reconoció que “usé un arma larga para cazar un ciervo y cuando lo maté me dije que nunca más iba a usar un arma y que nunca más iba a matar un animal” En ese momento se volvió a quebrar y entre sollozos dijo: “le brillaban los ojitos”. El arrepentimiento y el dolor estaban dirigidos al ciervo. No tuvo una expresión similar para Pescara.