Afirman que se perdieron casi todas las pruebas de la escena del crimen. Hubo demora en el arribo de la fiscalía y la policía no resguardó el lugar donde atacaron a la joven en Cipolletti. Hay pocos avances.

Las desprolijidades en el cuidado de la escena marcan el ritmo de la investigación por el femicidio de Agustina Fernández, la joven estudiante de Cipolletti que fue brutalmente atacada el 2 de julio pasado y que murió días después en el hospital, revela una nota del periodista Fabricio Alvarez del diario Río Negro.

Se perdió casi toda la prueba que se podía recolectar de la vivienda donde vivía Pablo Parra, el vecino de la joven con quien la noche de la agresión tenía planificado compartir una cena. Las primeras horas son clave para esclarecer los homicidios, pero en este caso todo arrancó mal.

Investigaron un robo (quizás creyeron que la víctima se iba a salvar para poder dar su testimonio). Luego, un homicidio en ocasión de robo y, ante la presión popular, pasaron a un femicidio.

El caso debió encararse desde el principio como un crimen de género. Así lo reconocen los investigadores y los «viejos» jueces de instrucción, entrenados en este tipo de pesquisas. Con ese encuadre se extreman los cuidados y la rigurosidad en conservar la escena, el tendón de Aquiles en este proceso.

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